lunes, 30 de diciembre de 2013

Nosotros, los apellidos de Dios


Claudio Coello (1642-1693), Sagrada familia
Museo Szépmûvészeti, Budapest

En el tiempo de Navidad –que incluye las fiestas de la Sagrada Familia, de la Madre de Dios, de la Epifanía y del Bautismo del Señor– celebramos la “buena noticia” (Evangelio) de la venida de Dios a la tierra. Dios nace, ríe y llora, come y duerme, vive en una familia, trabaja y descansa en la tierra, hace suyos nuestros anhelos y nuestras preocupaciones. El que es de la misma naturaleza del Padre, ha querido hacerse también consustancial a nosotros.

      Y así nos enseña a los cristianos a hacer nuestros “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren” (Concilio Vaticano II, GS, 1).

     De Jesús ha dicho el Papa Francisco: “Vino a nuestra historia, compartió nuestro camino. Y vino para librarnos de las tinieblas y darnos la luz. En Él apareció la gracia, la misericordia, la ternura del Padre: Jesús es el Amor hecho carne. No es solamente un maestro de sabiduría, ni un ideal al que tendemos y del que sabemos que está muy lejos, sino que es el sentido de la vida y de la historia que puso su tienda entre nosotros” (Misa de Nochebuena, 24-XII-2013). Y con ello ha renovado su invitación a que compartamos con otros “la alegría del Evangelio”. Alegría porque Dios nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo como hermano nuestro, y luz para nuestras tinieblas; porque así nos ha dicho, y nos lo repite ahora el Papa, “no temáis”.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Educar en el camino de la evangelización

“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”. Con la Exhortación apostólica Evangelii gaudium (24-XI-2013), el Papa Francisco ha puesto el broche de oro al Año de la Fe, recogiendo los trabajos del Sínodo sobre la nueva evangelización y proporcionando orientaciones precisas, elaboradas de modo personal y vivo desde su rica experiencia de trabajo pastoral, y dándole a este documento un sentido programático.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Testigo de una Tradición con muchos caminos

(Entrevista al autor de este blog*)



- (P) La entrevista realizada por el periodista italiano Scalfari al Papa, publicada en el diario La Repubblica, ha sido objeto de polémica (pues algunas de las citas utilizadas por el periodista no se correspondían con expresiones textuales del Papa). Este caso muestra la delicada posición de un pontífice, cuyas palabras son seguidas por millones de personas. ¿Todo lo que dice un papa es infalible? 

(R) Es sabido que la entrevista a la que Vd. se refiere fue retirada de la web del Vaticano, al comprobarse que no recogía propiamente palabras del Papa, e incluso añadía algunas cuestiones de las que no había hablado. Como Vd. bien señala, hoy tenemos este nuevo fenómeno de la comunicación global e inmediata de las palabras de un Papa.

Respecto a su pregunta, debo decirle que, por supuesto, no todo lo que dice un Papa es infalible. Primero, infalible en absoluto solamente es Dios. La Iglesia participa de la infalibilidad divina en algunas condiciones, que son, según la Tradición de la Iglesia misma: las declaraciones de un Concilio ecuménico presidido por el Papa; la definición “ex cathedra” de un Papa, cuando proclama un nuevo dogma; las enseñanzas de los obispos en comunión con el Papa; lo que pertenece a la fe del pueblo de Dios (lo que se llama el “sentido de la fe” o el “sentido de los fieles”) en comunión con sus Pastores.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Autoridad y comprensión

M. Chagall, Violinista (1914)
(El padre de Chagall era violinista)


En la exhortación “Evangelii gaudium” el Papa Francisco propone que los educadores en la fe sean “alegres mensajeros de propuestas superadoras, custodios del bien y la belleza que resplandecen en una vida fiel al Evangelio” (n. 168).

     Hoy la autoridad se confunde frecuentemente con el poder. De ahí la dificultad para resolver, en educación, el dilema entre autoridad y “comprensión” (término que se suele reducir a la tolerancia), exigencia y cariño, prestigio del profesor y cercanía al alumno. Todo esto importa mucho en la educación cristiana; pues según el cristianismo toda auténtica autoridad –también la educativa– viene de Dios (cf. Rm 13, 1) y encuentra su definitiva legitimación en el servicio al bien común, cuya plenitud es el amor.