martes, 11 de diciembre de 2012

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El amor fiel de Dios, garantía de renovación

M. Chagall, Cristo en la noche


Renovarse o morir, se dice con raíces en los clásicos. Parece que a mitad de su vida las águilas deben enfrentarse con este proceso. Un salmo dice que Dios puede rejuvenecer el alma como el águila (103, 5).

      En la celebración de las primeras vísperas del Adviento (1-XII-2012), Benedicto XVI ha explicado, para los jóvenes universitarios de los ateneos romanos, que el amor fiel de Dios es la garantía para la auténtica renovación personal y para la renovación del mundo. Y lo ha hecho glosando las palabras de San Pablo: “El que os llama es fiel” (1 Ts 5, 24).


El amor fiel de Dios

1. El amor fiel de Dios. “Toda la historia de la salvación es un recorrido de amor, de misericordia y de benevolencia: desde la creación hasta la liberación del Pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, desde el don de la Ley en el Sinaí hasta el regreso a la patria después de la esclavitud de Babilonia”. Dios siempre ha sido fiel: “El Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob ha sido siempre el Dios cercano, que nunca ha abandonado a su pueblo”. Incluso cuando el pueblo no fue fiel. “Muchas veces ha sufrido con tristeza la infidelidad y ha esperado con paciencia el retorno, siempre en la libertad de un amor que precede y sostiene al amado, atento a su dignidad y a sus esperanzas más profundas”.

     Esta fidelidad y este amor de Dios le ha llevado, continúa el Papa, a no encerrarse en su Cielo, sino a inclinarse sobre las cosas humanas. Así es, y de esto se trata en el Adviento. “Dios entra en el tiempo del hombre del modo más impensable: haciéndose niño y recorriendo las etapas de la vida humana, para que toda nuestra existencia, espíritu, alma y cuerpo –como ha recordado san Pablo– pueda mantenerse irreprensible y ser elevada a las alturas de Dios”. E insiste el Papa en el motivo: “Y todo esto lo hace por su amor fiel hacia la humanidad. El amor cuando es verdadero tiende por su naturaleza al bien del otro, al mayor bien posible, y no se limita a respetar simplemente los compromisos de amistad adquiridos, sino que va más allá, sin cálculo ni medida”.

     Esto es –apunta Benedicto XVI– exactamente lo que ha realizado el Dios vivo y verdadero, cuyo misterio profundo nos revelan las palabras de san Juan: “Dios es amor” (1 Jn 4, 8.16). En Jesús de Nazaret, Dios asume en sí mismo la humanidad entera con su historia, para imprimir en ella un cambio decisivo. Ha hecho posible la existencia de un nuevo modo de ser persona humana, ser hijo de Dios en Él.


Comienza el Año Litúrgico en este Año de la fe


     2. Un nuevo Año litúrgico en el contexto de la búsqueda de Dios y de la fe. Dios nos manifiesta su fidelidad otorgándonos dones diversos. Entre ellos señala el Papa, el itinerario de un nuevo año litúrgico que comienza ahora. “La liturgia, vivida en su verdadero espíritu, es siempre la escuela fundamental para vivir la fe cristiana, una fe ‘teologal’, que nos implica en todo nuestro ser –espíritu, alma y cuerpo– para convertirnos en piedras vivas en la construcción de la Iglesia y colaboradores de la nueva evangelización. De modo particular, en la Eucaristía, el Dios vivo se vuelve cercano hasta el punto de hacerse alimento que sostiene el camino, presencia que transforma con el fuego de su amor”.

     Benedicto XVI mira, de un lado, el contexto en que nos encontramos, con frecuencia marcado por la indiferencia hacia Dios. “Pero –añade– pienso que en lo profundo de cuantos –también entre vuestros coetáneos– viven en la lejanía de Dios, hay una nostalgia interior de infinito, de trascendencia”.

     Al mismo tiempo se refiere al contexto actual del Año de la Fe: “La fe es la puerta que Dios abre en nuestra vida para conducirnos al encuentro con Cristo, en el que el hoy del hombre se encuentra con el hoy de Dios”. Por tanto no se trata de una abstracción, sino del encuentro con Jesucristo: “La fe cristiana no es una adhesión a un dios genérico o indefinido, sino al Dios vivo que en Jesucristo, Verbo hecho carne, ha entrado en nuestra historia y se ha revelado como el Redentor del hombre”. Por tanto: “Creer significa confiar la propia vida a Aquel que es el único que puede darle plenitud en el tempo y abrirla a una esperanza más allá del tiempo”.


La alegría de acoger la mirada de Dios

     3. La alegría de acoger a Dios, de acoger su mirada. El amor fiel de Dios nos ayuda a saborear la alegría de la Navidad. ¿De qué alegría se trata?, cabría preguntarse. “La alegría de acoger en el centro de nuestra vida, a ejemplo de la Virgen María y de San José, a aquél Niño que nos recuerda que los ojos de Dios se han abierto al mundo y a cada hombre (cf. Zc 12, 4)”. Aún se asombra más el Papa, volviendo al argumento central: “¡Los ojos de Dios se han abierto sobre nosotros porque él es fiel a su amor!”.

     De ahí la confianza en que la actividad humana puede ayudar a renovar el mundo: “Solo esta certeza puede conducir a la humanidad hacia metas de paz y de prosperidad, en este momento histórico delicado y complejo”. Y concretamente los jóvenes: “También la próxima Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro será para vosotros, jóvenes universitarios, una gran ocasión para manifestar vuestro compromiso en la renovación moral y social del mundo”. Todo ello con la ayuda de María, Sedes Sapientiae, Asiento de la sabiduría.


(publicado en www.analisisdigital.com, 10-12-12)




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